Abro los ojos con un poco de sobresalto, los cohetes y las famosas mañanitas le dan la bienvenida al día. Empiezan los abrazos, las felicitaciones, los buenos deseos, las risas, las lágrimas, los recuerdos… la nostalgia se apodera de mi despertar.
Un año más sobre la espalda… ¿Me pesará? ¿Podré levantarme?
El peso es bastante grande y no es por los años, la bendita nostalgia viene acompañada de una cantidad infinita de memorias, cada una tan importante como otra, unas tristes, otras alegres, otras amargas, otras con una pizca de cada cosa, estas últimas parecen las peores, las más llenitas, las que más pesan, que en algún momento tuvieron sabor a ser las mejores.
Llegaron los veinticuatro y traen consigo tantas cosas, pero no te traen a ti. Hoy los abrazos no llenan porque ninguno es como los tuyos, los nuestros, esos que provocaban el choque de universos del cual nacía todo ese caos tan perfecto que era el existir juntos…
Te pienso, te recuerdo, te extraño, te siento, te amo… aunque ahora solo pueda ver como existes con alguien más. Es difícil creer que alguien puede ser tormenta y serenidad a la vez, como quisiera poder controlar esta fuerza que me hace extrañar cada partícula de tu existencia.
Hoy revolotean en mi mente ese sinfín de memorias que nos harán felices y tristes toda la vida, hoy las 24 primaveras tienen sabor a un largo invierno…