El corazón sanó; y al final de su sanación… te vio.
¡Dios! Tus ojos; el color de tus pupilas: un negro tan intenso, profundo, tan mate y tan brillante a la misma vez.
El sol te bendijo tanto al dejar el color de su crepúsculo en tus cabellos… Y su forma, como las olas del mar.
El color de tu piel,
el sonido de tu voz,
el movimiento de tus dedos,
esa mirada tuya
tan
intensa
y a la misma vez;
tan
bella.
Chico, aquí estoy, aquí está mi sonrisa, mi voz, volemos mientras los corazones cantan juntos…