Debí haberme imaginado en el tormento,
Que no era la culpa la que me perseguiría
Que sería la emoción de aquel momento
La que… a ti, ingrata, dulcemente me ataría.
Infinita la emoción diría que algo se olía
Que hacia el comienzo de algo volaba,
No era más que una cruda y vil tontería
Pues moriría mientras apenas iniciaba
Mientras más lento se movía sabiendo,
Que rápido los segundos se pasaban
Más lloraban los besos que adentro…
Muy adentro en el fondo se quedaban
Besos, abrazos, miradas y caricias atrapadas,
En un momento finito ardiente,
Latente, que hacia la luz urgente daba zancadas
Pero nunca pasarían de mi mente
Bajo una luz tenue moribunda
La perfección era aun así visible
Aún ante la muerte nauseabunda,
Aun ante el final ya previsible
Dunas de arena cremosa y tibia,
Entre oasis y flora rica y colorida
Eran el hogar de dulce lascivia
Y de contemplación adolorida
Era Espinoza tu mirada estremecida
Por el descubrimiento de algo perdido
Encontraba a mi mente entumecida
Y a mi pecho cálido en amor ardido
Mientras se alineaban los astros lejanos,
Tu boca tibia mis labios saboreaba
Mientras trazábamos planes trasmundanos
Tu dedo tembloroso me trazaba
Y así, mientras negociábamos con el universo,
Las estrellas chocaban violentamente
Se partían en pedazos en menos de un verso:
Pero el mundo seguía su curso de repente
El raciocinio se asomaba tocando la puerta,
La fría noche tocaba las espaldas rojas
Y yo no hallaba al ingrato camino de vuelta…
De vuelta hacia las esperanzas rotas
¡haber…denle vuelta a las hojas que se caen!
¡Dejen que se caigan al vacío… al limbo!
¡No!, deja que se queden, en mi se impregnen…
Mira ahora como adornan mi nimbo…