No fueron las copas
Ni la madrugada
Era algo más
Más profundo
Más inquieto
Eran, quizá, las ganas de soñar
En otros brazos
De alcanzar algún otro paraíso
Un cielo escondido en unos labios
Quizá encontrar constelaciones en una espalda desnuda
Y guardar silencios en miradas ansiosas
Y pedir con sonrisas lo que las palabras no alcanzaban a expresar
Era puro deseo que huía a las primeras luces del alba
que existía más allá de la cordura y la razón
Que requería más valor para existir
Un paraíso perdido entre dedos de uñas blancas
En alientos fríos y labios rojos
Ese paraíso inalcanzable y desconocido
Que quería un poco más de locura y dulzura
Para sobrevivir