Se sentó en la mesa más cercana a la calle, para distraer su mente con las personas que pasaban por allí.
Esperó un momento y guardó silencio, ese que llega previo a tomar una decisión sin retorno.
El lugar estaba vacío pero ella lo llenó con ese silencio valiente; el presagio de su felicidad.
Tenía la mirada fija, pero no observaba nada en específico, creo que frente a sus ojos se divisaba siendo libre, segura y amando sin miedo.
Tomó aire y de un soplido apagó la vela que iluminaba su mesa.
Se paró y caminó con tal firmeza en sus pies que con cada paso pintaba el asfalto de tonos dorados y aunque no pude ver su rostro sé que iba sonriendo directo a florecer.
-Amarela-