En ocasiones la coraza dura y fuerte de esa mujer independiente e inteligente capaz de comerse el mundo se desgasta, a tal punto que sale a relucir la niña, temerosa, con una recurrente necesidad de ser abrazada y tomada de la mano.
Si a veces me quiebro por las noches, o en el día, aclaro no necesito tener mi menstruación para estar sensible, eso no tiene nada que ver.
Claro que mi armadura no es un disfraz, es una herramienta que uso para vivir y proteger a los que amo.
Pero me canso, suelo colgar las llaves por allí y seguir caminando sin rumbo, solo desocupar la mente, si me toca que llorar pues lloro.
Como cualquier mujer necesito un abrazo, un todo va a estar bien, un no llores, un hombro para llorar y un café que compartir.
Y como cualquier mujer puedo solo querer dormir, quedarme un día en cama o quizás no.
Sí, eso hago ahora llorar, llorar para lavar el pasado, llorar para limpiar mi presente y llorar para sanar esto que llevo en el pecho a lo que le dicen corazón.
Hoy como otros días me permito llorar para sanar.