Los minutos transcurren, y los segundos se escurren como las palabras en el silencio. Las manecillas del reloj continúan serenas, frías, lúgubres.
El viento amenazador toca las puertas y ventanas, una silueta negra aguarda el momento indicado para entrar.
Voces enajenadas, resuenan entre sollozos que figuran como preludio al desenlace fatídico… Las horas ya no se descubren, y pasa un día y otro o bien ninguno, destruyendo las esperanzas, llevándose todo con el viento de enero…
La silueta ahora revisa su reloj, acomoda su túnica y se pasea esperando el momento, el momento… Cuándo? Cuándo será? Preguntan en silencio atemorizados al resonar de la respuesta fría, muy desoladora…
Un sentimiento inefable se apodera de todos y todas, y su mente comienza a caer en un precipicio obscuro, infinito, el tiempo parece eterno ahora… Las mentes se quieren distraer, pero el silencio las vuelve a traer a la desesperación, a la espera, que se apodera de los espectadores, observadores impotentes vestidos de luto…
La espera desespera, la esperanzas y deseos son vanos, y todo, absolutamente todo, se torna lóbrego… Pronto el fuego hará cenizas, y esas cenizas llevarán parte de muchos corazónes y recuerdos hermosos, que dibujaran un universo majestuoso en las memorias desconsoladas…
El tiempo continúa y un susurro dice:
¿Cuando será?
Entonces reaparece la silueta sombría y entre rechinidos proclama:
Pronto…
Los sollozos suben de volumen y un rechinido proveniente de la silueta calabérica infunde un silencio sepulcral, que hace sentir eternos los segundos… Los cuerpos y mentes, ahora yertos, simplemente aguardan, simplemente esperan…
PL