Qué sabios fueron los años en discernir que hoy era el día que juntaría el valor para plantarme frente al televisor y proyectar una de nuestras cintas pendientes.
No sabía que acabaría llorando por el sentimiento que los protagonistas viven y me devolverían las ganas de escribirte e imaginar que te mentía para decirte la verdad.
Entre confesiones te diría que te quise, te quise tanto, que me habría encantado decirlo tomada de tu mano. Te diría que agradezco lo que me hiciste vivir y soñar, que esta noche de octubre levanto mi copa y brindo por esos amantes que no fuimos.
Te invitaría, amigo, a reordenar las letras para regalarnos un nuevo capítulo
con mayúsculas y minúsculas,
con puntos y comas,
con tildes y metáforas,
con oraciones y párrafos y así, reescribir nuestro adiós.
-Amarela-