Detente, que me duele tu cariño, que me enfría tu amor y me esconde tu caricia.
Detente, aunque sea demasiado tarde, aunque lo ajeno me guste y lo prohibido te llame.
Hazlo y déjanos avanzar hacia caminos cerrados, aquellos que no tienen meta cercana, pero sí obstáculos débiles.
Suéltame, las manos y la cintura.
Que aunque no me quiero ir, debo hacerlo; que aunque no quiero dejar de besar tus labios, otros nos llaman; que aunque te quiero tarde a las tres, no te tengo cada mañana a las nueve.
Que aunque me quemas, también me congelas.