En el mirador, donde por primera vez compartimos ese silencio que nos unió y la ciudad se peinaba para impresionarnos, regresamos el segundo día de algún mes de este año extraño. 11 años después, pero regresamos.
Encendió un cigarro tal y como la primera noche que sin querer nombramos ese lugar nuestro. Me preguntó si me incomodaba; con la cabeza respondí que no y al instante nos perdimos entre el anaranjado que brillaba en medio de una sábana oscura y llena de estrellas que se desplegó en nuestro horizonte.
El reloj se acercaba a la medianoche y la ciudad de nuevo se alegró de vernos volver. En silencio fijamos los ojos en aquel espectáculo que la luna nos regaló por regresar a ese mirador que nos vio callar y amar, a ese sitio que hicimos nuestro.
Gracias mi querido amigo por hacerme volver.
-Amarela-